Arena negra, Juan Carlos Méndez Guédez

Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, Venezuela, 1967) est un auteur prolifique et novateur : il est le créateur d’une vingtaine d’œuvres, romans et nouvelles confondus, qu’il a publié en Espagne et en Amérique Latine. Au travers d’une prose imagée et délicate, J. C. Méndez Guédez sait nous entraîner dans le monde de la migration hispanique, thématique on ne peut plus actuelle, depuis des perspectives singulières. Il y a quelques mois à peine, apparaissait son huitième roman Arena Negra qui revisite les allers et retours entre les deux continents mais, cette fois, son récit s’attarde aussi sur les îles qui sont sur le chemin, les Canaries. Après un bref compte-rendu de cette œuvre, je vous propose un entretien avec l’écrivain où il évoque ses inspirations, la recherche formelle… et la traduction.

Arena negra de Juan Carlos Méndez Guédez: un recorrido por el alfabeto y el Atlántico

arenaEn mayo de 2013 Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, Venezuela, 1967) acababa de publicar su octava novela Arena negra. Después de una breve reseña, les propongo un diálogo veraniego con el prolífico escritor. 

Hace seis meses, apenas algunas semanas después de la publicación de su libro de cuentos Ideogramas, salió a la luz la última novela de Juan Carlos Méndez Guédez, Arena Negra. El escritor venezolano-español – o simplemente hispánico – nacido en Barquisimeto, educado en Caracas y madrileño desde hace más de 15 años vuelve a explorar las idas y venidas entre sus dos continentes, pero esta vez también se para en las islas que están en el camino. El título de Arena Negra  evoca, de hecho, el color de la arena de las playas canarienses en las que la protagonista principal se paseó en su infancia y que, ahora, ocupan sus sueños y sus pensamientos.

Como en muchas novelas de la migración, vuelve a aparecer el motivo de Ulises, pero esta vez el relato nos acerca a mujeres que no quieren ser una Penélope y a hombres que no  parten hacia la lucha. La realidad es mucho menos romántica y consensual: si el padre se va, y por dos veces, es porque tiene otra familia del otro lado del Atlántico, en Barquisimeto, “la ciudad de las cinco vocales”. Así pues, la novela nos hace viajar en el tiempo y en el espacio y el resultado es un relato muy aéreo, aunque también comprometido al tocar temáticas como el abandono y la soledad. Los lectores seguimos, pues, un hilo narrativo tan raudo como el viento que revolotea de un lugar a otro, del barrio de Lavapiés en un Madrid contemporáneo a Puerto de la Cruz en las Islas Canarias, pasando por las embarcaciones de inmigrantes ilegales que iban a buscar  fortuna  al Caribe en la década de los 60.

Así pues, Arena negra resulta ser, a primera vista, una obra más experimental que las demás obras de J. C. Méndez Guédez por su estructura lúdica: cada párrafo está ordenado según las letras del alfabeto, entre los que se alternan relatos cruzados. Las voces narrativas – la de un escritor y la de una única chica–, y los modos de narración   – tan diversos como apuntes de diario, monólogos o pensamientos de tipo corriente de conciencia – alternan de manera fluida aunque enigmática. El autor vuelve, así, a la narración desde la voz de una mujer, algo que ya aparecía en la novela Árbol de luna, pero en esta ocasión  ésta es de índole más existencial al tratar de temas tan  profundos como el (des)engaño y la consecuente tibieza de la vida.

Como ya se notó en sus obras anteriores – pienso, por ejemplo, en Tan nítido en el recuerdo o La ciudad de arena – el lenguaje del escritor venezolano-español es profundamente metafórico y contundente. Así pues, esta nueva obra de Juan Carlos Méndez Guédez se presenta como una novela, pero bien se podría leer como poesía en prosa o, incluso, como aforismos. De hecho, a pesar de ser  un relato enraizado en la historia de la migración española, cada día más actual, éste se nos acerca por sus cuestiones universales: el aliento de la que se queda, el amor a distancia y la migración como reconstrucción de  uno mismo.

Hace algunas semanas conversamos con J. C.  Méndez Guédez para saber más acerca de esta obra, desde su proceso de creación hasta su futura traducción…

¿Cuándo empezaste a imaginar lo que iba a ser Arena Negra? ¿Cómo te surgió esta idea?

Una narración existe cuando alcanzas su tono y su estructura. Imaginé la novela hace años, cuando leí una referencia a “las viudas de Venezuela”, es decir: esas mujeres españolas que vieron partir a sus maridos hacia mi país de nacimiento y que nunca volvieron a tener noticias de ellos.

Pero al tema del abandono se debe sumar otro elemento dramático: aquellas mujeres quedaban en un limbo legal y social porque en aquellos tiempos de la dictadura franquista las mujeres no poseían ciertos derechos legales, con lo que dependían de unos hombres desaparecidos y que probablemente habían creado nuevas familias.

Pensé que lo interesante era contar la historia desde las vivencias de la hija de una de esas mujeres. Una española del siglo XXI, con otra visión de la realidad, con una educación universitaria; una mujer exitosa, llena de  contradicciones y que se encuentra muy lejos de esa dependencia hacia el hombre.

Pero hasta que no leí las memorias de Kiki de Montparnase no encontré ese tono y esa estructura que te refería. En ese momento comprendí que debía ser un libro de fragmentos, de fogonazos poéticos y de quiebres temporales.

Además de la migración y del abandono, otra temática constante  en Arena Negra es la dimensión onírica. ¿Suelen ser los sueños un material de inspiración para ti?

No me había percatado de ello. Desde el romanticismo sabemos que el sueño es parte fundamental de la vida. En el sueño ocurren sugerencias, se mezclan los tiempos y los espacios de un modo que puede recordarnos el trabajo de la ficción.

Escribir es un sueño dirigido por la racionalidad, o la escritura es una racionalidad atravesada por la infinitud del sueño.

Una vez más, aparece Teresa de la Parra en el epígrafe de tu obra ¿de qué manera ha marcado tu escritura en general? ¿Y esta novela  en concreto?

Hablamos de una autora fundamental. Una mujer que tuvo una inmensa conciencia de la “armazón” de lo literario, de la ironía inteligente, de la exploración en los matices de los personajes.  Aprendí muchísimo con esta novelista de los años veinte; y creo que a veces intento mirar cómo ha mutado el discurso de lo femenino desde que ella lo miró con tanta inteligencia hasta nuestros días.


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