Julio Cortázar y el surrealismo francés

Aunque pocos críticos han llegado a establecer enlaces entre Julio Cortázar y el surrealismo francés, se observan coincidencias entre ambos que se explican, sin duda, por el profundo conocimiento que el escritor argentino tenía del surrealismo.

En efecto, Cortázar había leído las obras surrealistas y había reflexionado sobre la poética y la actitud surrealistas en sus ensayos titulados “La teoría del túnel” (1947) y “La muerte de Antonin Artaud” (1948). No obstante, siempre se opuso a que se lo calificara como surrealista, como quedó claro en una entrevista de 1963: “En mi biblioteca encontrará los libros de Crevel, de Jacques Vaché, de Arthur Cravan (¡Pero no me fiche por eso como surrealista!).”

Los dos ensayos antes mencionados, y más particularmente “La muerte de Antonin Artaud”, ilustran que Cortázar consideraba el surrealismo no sólo como un movimiento literario sino como una “cosmovisión” y un modo de vivir que se conseguía gracias a una poética de la vida. De hecho, se puede hacer un paralelismo entre la visión que Cortázar tenía del surrealismo y su propia visión del mundo y de la literatura.  Es lo que hizo la crítica  Evelyn Picon Garfield al intentar contestar a la pregunta “¿Es Julio Cortázar un surrealista?” (1975). Picon Garfield parte de “La muerte de Antonin Artaud” y de “La teoría del túnel” para comparar la poética del surrealismo con la de Julio Cortázar.  Empieza afirmando que la realidad doble de los surrealistas franceses se compone de una realidad visible y otra realidad intuida (invisible, inconsciente) y afirma que la misma doble realidad se encuentra a lo largo de la obra de Julio Cortázar.  Sin embargo, Cortázar insiste en que la dimensión “intuida” está presente dentro de la dimensión “real”, y no –como lo consideran los surrealistas– fuera  de nuestra realidad “visible”. Por otro lado, Cortázar utiliza los mismos procedimientos que los surrealistas para acceder a esa realidad “intuida” que son los mecanismos del sueño, la intuición, el azar, los juegos, las mujeres magas, etc.

En cuanto a este último tema de la presencia femenina, Evelyn Picon Garfield  compara al personaje de la Maga de Rayuela con el personaje epónimo de Nadja de André Breton. Para ella, las dos mujeres desempeñan el mismo papel de intermediaria entre las dos realidades. Además, los encuentros entre la Maga y Horacio Oliveira se dan siempre por casualidad, de la misma manera que el primero y el tercer encuentro entre Nadja y André Breton. Otra coincidencia es que las dos mujeres se presentan como material y culturalmente pobres, pese a lo cual los dos hombres las retratan como mujeres absolutas. En Rayuela Oliveira dice que ha ingresado en el “mundo-Maga”, distinto del mundo real.  Algo parecido ocurre con Nadja que representa, a pesar de ella,  la mujer surrealista por excelencia. De la misma manera como la pareja Maga-Oliveira, Nadja incide en la realidad de André Breton. Así dice : “Je suis, tout en étant  près d’elle, plus près des choses qui sont près d’elle”. 

Al final de su análisis, Evelyn Picon Garfield pone de relieve el hecho de que existe una influencia del surrealismo en la obra de  Julio Cortázar, pero insiste en que esa influencia se ejercía a pesar de la propia voluntad del autor argentino que no era consciente de ella.  

 

Cecilia Raziano G.
Novembre 2014